Y el 14 de septiembre nos casamos.
A pedido nuestro todos los amigos y la familia nos regalaron dinero, así que al día siguiente del casamiento salimos de compras: algo de ropa, libros y música.
Y los pasajes para la luna de miel, primero fuimos a San Luis, a la casa de los padrinos de Tito que nos recibieron con todos los honores y unos días después a conocer Mendoza.
Allí sucedieron algunas cosas fuera de lo común, la primera fue el día 19, mi adorado sobrino Javier cumplía un año y nosotros no estabamos presentes.
Yo no estaba acostumbrada a tomar alcohol, solo un poquito de cerveza de vez en cuando, pero en Mendoza no se podía no probar el vino....Fuimos a cenar y mientras esperábamos la comida nos trajeron una jarrita con vino tinto de la casa. Y lo probé y lo volví a probar y descubrí que no me resultaba para nada desagradable y mientras seguíamos esperando la comida lo seguí probando.En síntesis , cuando llegó la cena yo ya estaba mirando con desconfianza al sifón y mientras lloraba le explicaba mi ausencia al cumpleaños del chiquitín. El regreso al Hotel fue memorable, los dos mareados, medio descompuestos, y la maleducada acequia que se nos ponía en el camino y nos impedía un regreso decoroso.Pero finalmente llegamos.
El otro suceso fue apenas un día después, habíamos estado recorriendo distintos y hermosos lugares y al día siguiente teníamos contratada una excursión hasta Puente del Inca, teníamos que madrugar.
Esa noche no pude descansar, me dormía y soñaba con la muerte, veía en mi sueño que alguien muy querido se moría y en mi sueño no podía ver quien era.
Me levanté muy angustiada ,pero teníamos la excursión programada y nos fuimos, cuando volvimos al atardecer, yo seguía con esa sensación que no me había abandonado en todo el día, así que buscamos un teléfono y llamamos a la casa de mi tía Aída que era la que en esa época tenía teléfono en su casa. Cuando le conté lo que me preocupaba y le pregunté por la abuela, que era la más viejita y enferma , me dijo que todo estaba bien, que paseara y disfrutara y no me preocupara por nada.
Al regresar me enteré que esa noche había muerto mi querida prima Norma,una flor que a los 27 años se apagó con la llegada de la primavera, era la mayor de las cuatro y a la que yo de chiquita en los juegos llamaba "mamá Norma" , la que había hecho mi torta de bodas, la que era tan admirada por mí por su inteligencia y su belleza. Fue un golpe terrible, pero sentí que ella al morir había pensado en mí y esa idea me reconfortó . Y ya pasaron 43 años y esa vivencia sigue presente como si fuera ayer.
En ese casamiento trabajaron Tia, mamá y Norma y vos que sos bruja, no podía ser diferente. Diana
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