El 25 de agosto de 1981, con Laura que era una bebé de dos meses y en nuestro poderoso Chevrolet 400,enorme!!! nos largamos para la Patagonia.
Teníamos que encontrar un lugar para vivir, para recomenzar nuevamente,para criar a nuestros hijos con tranquilidad, en un lugar diferente.
Yo no conocía el sur del país, se me confundían ciudades y pueblos, no tenía una idea clara de con qué me iba a encontrar, recorrimos muchos kilómetros y me asustaba ver los campos desérticos, las poblaciones tan pequeñas que se terminaban solo con hacer unas cuadras.
Tito me miraba y me decía que no me preocupara, que ya íbamos a llegar a lugares mucho más atractivos. De repente como por arte de magia entramos al valle. Las primeras chacras con sus árboles frutales, esos nuevos brotes primaverales y las flores rosadas y blancas que apenas asomaban en las plantas me dejaron perpleja, me pareció de una belleza tan grande que fue un regalo para la vista.
Finalmente paramos en Cipolleti, nos alojamos en el viejo hotel Ludman y al día siguiente salimos a recorrer. Eran días primaverales, y encontramos una casa para alquilar que nos servía para la familia numerosa.
Volvimos a Buenos Aires y en pocos días concretamos la mudanza.
El 5 de septiembre ya había salido el camión con la mudanza y se habían ido con el auto cargado mi papá y Tito, mientras visitaban algunos de sus clientes por el camino.
Yo me venía con el resto de la familia y no fue cosa fácil.
Ibamos a viajar en el vuelo nocturno, que en esa época era mucho más barato que el diurno.Y el problema surgió cuando averiguamos que para traer a la perra,una preciosa Coker dorada,teníamos que conseguir un canil adecuado. No teníamos los medios para comprarlo así que decidimos dejarla en la casa de unos buenos vecinos que la iban a cuidar.
Nunca me atreví a preguntarle a los chicos si preferían que se quedara la perra o yo, porque la respuesta pudo haber sido muy dolorosa.Pero tenían una tristeza muy grande y el vecino, que los quería mucho, le fabricó una jaula de madera y pudimos traerla para gran algarabía de toda la familia.
No sé por qué la gente nos miraba, llegamos al aeropuerto: la abuela Juanita con sus dos bastones canadienses que le permitian caminar lentamente. Los tres chicos mayores con sus mochilas rebosantes con los útiles escolares( porque fueron a la escuela hasta el último día), más los juguetes inseparables y todo lo que encontraron a último momento y no se podía dejar. La bebé en su moisés. La perra en su jaulita.Una canasta que contenía una bolsa de nylon llena de agua con los pecesitos de colores, que sucumbieron a la altura y compresión del avión.Y yo...que los arreaba para no perder a ninguno de mis angelitos.
Así llegamos a Neuquén donde nos esperaban ansiosos el padre y el abuelo.La perra saltó feliz de que la liberaran y se acostó cuan larga era en el asiento trasero del auto sin dejar lugar para los humanos que tuvimos que acomodarnos como pudimos.
Pero ya estábamos en casa!!!! Y empezamos una nueva y feliz historia.
LIMON PIE (dedicado a GUS)
INGREDIENTES:
Agua.1 taza
Azúcar: 1 taza
Margarina: 1 cucharada
Maizena: 1/2 taza
Limón: ralladura y jugo de 1
Huevos :3
Azúcar: 6 cucharadas
Masa: 1
Cocinar en una cacerola el agua, el azúcar y la margarina.
Agregar la maizena diluida en el agua fría (en total una taza)
Revolver, agregar la ralladura y jugo del limón y apagar el fuego.
Batir 3 yemas con un poco de leche y agregar a la preparación
Cocinar 1 minuto
Precocer la masa y cubrir con la crema de limón
Hacer merengue con las 3 claras y las 6 cucharas de azúcar.
Cubrir la torta y llevar unos minutos al horno para dorar el merengue
Me acuerdo del milico en el aeropuerto diciendo "usted esta en doble infracción, por el bebé y las muletas".
ResponderEliminarEso es lo que se llama jugar fuerte, apostar a que todo iba a salir bien, a pesar de que venían (mos) de la misma mierda. Por suerte el sur nos recibió y nos dio una vida nueva, con tantas cosas lindas que no imaginábamos, como la nevada del primer año, o la cuadra llena de amigos, el lago, las manzanas.
y los abuelos... a esa edad es mucho mas difícil el desarraigo, nuevo club de estampillas, y sin embargo se adaptaron , y no los recuerdo de otra manera que sonriendo, el abuelo andando en la bici, la abuela tejiendo, cocinando, escribiendo cartas,
porque doble infracción??? no se podía viajar con bebes y bastones?
ResponderEliminarCuantos recuerdos que se me pasan por la mente …. , pero lo que me quedo mas patente son las sensaciones, las emociones, el espíritu de aventura (que me acompaña hasta estos días) y la sensación muy intima que nada gravemente malo podía suceder.
ResponderEliminarCuando pienso en los hechos que forjaron mi carácter de hoy, sin ningún lugar a dudas este viaje de niña marco a fuego mi forma de ver la vida hoy.
El saber que siempre se puede empezar de nuevo, es la mejor enseñanza que recibí de mis padres.
Y el saber que lo más importante son los afectos y que no existe edad para adaptarse a las nuevas situaciones de la vida, es la mejor enseñanza que me dejaron mis abuelos.